Una última Pelea
Por un vieja guerra entre ella y yo, mi amiga de ir arriba y abajo, de estar todo el tiempo, de salidas malas y memorables, me dice que no me quiere ver más. Hablo con ella, ella habla conmigo. Es culpa de ella, es toda mi culpa. Se le da vueltas al asunto pero da lo mismo. Cuando se dicen ciertas palabras se sabe que al llegar al cuerpo del occiso, para él ya es demasiado tarde.
EL ABANDONO
Un lugar vacío. Está el espacio y pasa el tiempo pero más nada. Cuando llega el abandono nada importa, y aunque se alcen voces clamorosas de dolores y desesperanzas en el recuerdo, la voluntad herida de muerte solo puede contemplar con los ojos cristalosos. Todo lo demás sobra. No hay razones o consecuencias, el abandono es todo eso en sí mismo. Abbadon el Exterminador se quedó pendejo al lado del abandono.
En el abandono corre un aire que cubre todo, pero es pesado, se mueve en círculos, y no se puede respirar. No se ve, casi se intuye. Se siente un poco colarse por los pulmones cuando uno suspira. Entonces es peor porque está dentro, y se pega a los lados del cuerpo y con solo sentirlo hace daño. Es un dolor leve, que da pereza quitarse. Solo se le deja ahí por una comodidad cobarde: es imposible llorar con él dentro.
Hay pocas posibilidades. La muerte es muy aburrida, la vida muy dolorosa, muy larga. Queda entonces la cotidianidad que es donde el abandono se gesta. Esta es por razones obvias la más peligrosa pero aquí vive mucha gente. Acecha detrás de un pensamiento perdido, de un instante de más o de menos, cerca de los momentos vacíos siempre que haya algo que lo favorezca. Entonces ataca. No crean que por ser estático el abandono es lento. Si salta en el momento justo envuelve ferozmente todo de una capa de nada y se asienta, se deja gotear como melaza en los hilos del corazón. Roba todos los sentidos: se ve sin ver, se toca sin tocar, se come sin comer, etc, etc. y trae como síntoma principal la mirada; la mirada amoral del abandono. Es necesario sacarlo desde afuera porque si se asienta de polvo, endurece y hay que quebrar algunas partes para extraerlo.
Pero, por sobre todas las cosas no debe pensarse en él, no debe pronunciarse su nombre ni imitar su caminar porque entonces, podría pasar por ti, con terribles consecuencias.
Se ha terminado, ya todo se ha terminado. He estado invocándolo toda la semana y por fin está aquí: ya es demasiado tarde.
EL ABANDONO
Un lugar vacío. Está el espacio y pasa el tiempo pero más nada. Cuando llega el abandono nada importa, y aunque se alcen voces clamorosas de dolores y desesperanzas en el recuerdo, la voluntad herida de muerte solo puede contemplar con los ojos cristalosos. Todo lo demás sobra. No hay razones o consecuencias, el abandono es todo eso en sí mismo. Abbadon el Exterminador se quedó pendejo al lado del abandono.
En el abandono corre un aire que cubre todo, pero es pesado, se mueve en círculos, y no se puede respirar. No se ve, casi se intuye. Se siente un poco colarse por los pulmones cuando uno suspira. Entonces es peor porque está dentro, y se pega a los lados del cuerpo y con solo sentirlo hace daño. Es un dolor leve, que da pereza quitarse. Solo se le deja ahí por una comodidad cobarde: es imposible llorar con él dentro.
Hay pocas posibilidades. La muerte es muy aburrida, la vida muy dolorosa, muy larga. Queda entonces la cotidianidad que es donde el abandono se gesta. Esta es por razones obvias la más peligrosa pero aquí vive mucha gente. Acecha detrás de un pensamiento perdido, de un instante de más o de menos, cerca de los momentos vacíos siempre que haya algo que lo favorezca. Entonces ataca. No crean que por ser estático el abandono es lento. Si salta en el momento justo envuelve ferozmente todo de una capa de nada y se asienta, se deja gotear como melaza en los hilos del corazón. Roba todos los sentidos: se ve sin ver, se toca sin tocar, se come sin comer, etc, etc. y trae como síntoma principal la mirada; la mirada amoral del abandono. Es necesario sacarlo desde afuera porque si se asienta de polvo, endurece y hay que quebrar algunas partes para extraerlo.
Pero, por sobre todas las cosas no debe pensarse en él, no debe pronunciarse su nombre ni imitar su caminar porque entonces, podría pasar por ti, con terribles consecuencias.
Se ha terminado, ya todo se ha terminado. He estado invocándolo toda la semana y por fin está aquí: ya es demasiado tarde.
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